¡Por fin me diagnosticaron cáncer terminal! Me quedan al menos dos semanas de vida. A mis veintiocho años es la mejor noticia que me podrían haber dado. No habría soportado diez años más sin poder suicidarme; dicen que los suicidas vagan eternamente y nunca se les concede la posibilidad de nacer de nuevo… ¡Otra vida! ¡Eso es lo que quiero! Una mejor que la mierda que me tocó vivir. Ya tengo todo arreglado para mi siguiente encarnación. No está de más volver a revisar los detalles, no vaya a ser que se me escape algo, pero es difícil que así sea, fue a los dieciocho que me harté de todo y comencé a urdir este plan trascendente. ¿Qué podría pasar en dos semanas que no haya pasado en diez años?
Todo comenzó con una tarjeta musical, regalo de Verónica. Al abrirla se escuchaba el tema principal de Love Story, abajo del mensaje impreso de fábrica aún puede leerse su dedicatoria: “Ya no puedo ser más tu novia, mucho menos tu esposa, pero te juro, sinceramente, que seré tu amiga por siempre, en esta vida y todas las que vendrán. Lo siento. Adiós. Verónica”. Si me envió una tarjeta con sinceros deseos, es porque efectivamente sus deseos son sinceros; además la firmó de su puño y letra lo cual es una forma de trascender, su saludo quedará escrito para siempre, más allá de esta vida y la siguiente. Y aunque nunca más supe de ella, esa frase me garantizaba su amistad en todas las vidas que vendrán ¡Y cualquier deseo que me hiciera cualquier otra persona, también se haría realidad por la eternidad! Fue así como decidí organizarme y materializar esta idea documental. Hoy tengo una colección de tarjetas con deseos para cada evento de lo que será mi nueva vida, algunas conseguidas de manera espontánea y otras con cierta resistencia, pero todas con sinceros deseos y firmadas correctamente. Más que una colección de tarjetas, esto se ha convertido en mi bitácora existencial. Ya sé que naceré en Europa, en Londres porque me gusta el frío y la vida porteña. Conseguí en un bar, en plena borrachera, que un inglés me firmara una tarjeta de cumpleaños que decía: “Feliz cumpleaños, querido hijo”, convirtiéndolo así en mi futuro padre. En otra ocasión, esperé después de la función a esa actriz que tanto me gustaba, le pedí un autógrafo sobre una tarjeta de aniversario de matrimonio, ¡la diva será mi esposa! Me hice miembro de un grupo llamado “El Ecran”, donde te mandan tarjetas y fotos firmadas por las estrellas de Hollywood, ¡las estrellas de cine serán mis amigos! ¡Imposible enumerar la cantidad de familiares banqueros y dueños de casas comerciales que tendré! Me permití seleccionar sólo aquellas cartas donde el mensaje decía explícito: “somos una gran familia a su servicio”. Por spam recibí un email de la Universidad de Madrid que decía “Querido Ex-alumno… Facultad de Postgrado”, lo archivé con cariño, asegurando, por supuesto, mi futuro porvenir profesional. ¡Qué nueva vida más hermosa me espera! Yo, un artista inglés de familia adinerada, con estudios de postgrado en España, que se codea con las estrellas de Hollywood… ¡Seguro Verónica querrá ser más que mi amiga! Pero no, estaré felizmente casado con la actriz chilena más bella. ¡Sólo puedes ser mi amante!, le diré orgulloso. ¡No aguanto las ganas por morirme! Ojalá estas dos semanas pasen rápido, nada me impacienta más que esperar.
Falta poco, pasado mañana me muero. ¿Cómo será mi funeral? No me lo pierdo está claro, seré yo el invitado principal. Mañana temprano pasaré al banco y sacaré plata, iré a la funeraria a dejar todo arreglado; también a la notaría y dejaré mi testamento, mi último voto por el karma de la benevolencia: ¡todo para el Hogar de Cristo!
NOTA AL LECTOR: Saliendo de la notaría, el narrador de este texto encontró la muerte. A su funeral asistieron sólo los familiares cercanos y un par de amigos. Recibió una última tarjeta con sinceros deseos del Hogar de Cristo que decía: “A quien todo lo dio, porque al desprenderse de toda fortuna material, se ha ganado usted el cielo. Que el señor lo reciba en su santo reino, lo corone con la vida eterna a su lado y nunca más le haga pasar por el martirio que es la vida terrenal. Son los más sinceros deseos del Hogar de Cristo.”
Mario E. Moreno Rodríguez
Cuento incluido en el libro “Cuentos Que Sanan”, ganador del Fondo delLibro 2007.